Relatos de la Guerra

Nuestro viaje a Malvinas fue planeándose como cierre de una historia triste. Había que ir de nuevo a las Islas para dejar que los fantasmas descansaran en paz. Había que volver a ver el escenario de una manera mas normal, sin los horrores de la guerra. Contamos con la ayuda de un gran amigo James Peck, su ex mujer Carol y su hijo Joshua. Tras muchos intentos frustrados de compras de pasajes, James se ofreció para reservárnoslo y pagarlos desde las Islas. Todo esto a menos de 10 días de nuestra partida. Nos ofrecieron también su casa para hospedarnos y poco a poco el rompecabezas se fue armando.
Nuestro viaje fue largo. Escalas en Santiago de Chile, Puerto Montt y Punta Arenas para llegar a la Base militar de Mount Pleasant. Ir con toda la familia fue muy importante, aunque agotador! Viajé con mi mujer Andrea y mis dos hijos, Patricio y Margarita.
El clima no estuvo de nuestro lado, como queriéndonos recordar a cada instante lo duro que fue soportar a la intemperie esos días de guerra, mojados y hambreados allá en el ´82. Hasta a uno le parece increíble y no entiendo cómo sobrevivimos a esa tremenda desprotección.
El regreso a las Islas
Nos instalamos en lo de James Peck un pintor isleño, que nos abrió su casa y su corazón. Y aunque el clima siguió con chaparrones y mucho viento, el primer día subí con James, desde el Moddy Brook hasta la posición. Como un caballo que vuelve a su palenque, el instinto me fue guiando. Primero a lo lejos vimos un cuadrado marrón que, al acercarse resultó ser la cocina de rancho.
Y al lado, en el mismo lugar que fue dejado hace casi 18 años, estaba el balde de acero inoxidable como esperándome. Aunque con dos agujeros de esquirlas en los lados.
-«Con ésto servíamos la sopa; no lo puedo creer que este en éstas condiciones »

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– A mi me tocaba ser el ranchero, nos turnábamos creo que por semana. Así podía conseguir un poco más de comida . Aunque salir en medio del frío a servir a los otros era tremendo, de esta manera llenábamos con Roberto Maldonado (mi compañero de posición ) tres cantimploras de mate cocido y las usábamos como bolsa de agua caliente – Así tomabamos algo calentito toda la mañana»

A la noche dejábamos el cilindro de acero inoxidable en la puerta de la carpa. Muchas veces se metían lauchas de campo, y morían congeladas tratando de salir del balde. La comida consistía de mate cocido por la mañana , sin pan ni azúcar, un guiso líquido al mediodía y a la noche caldo sin nada. Nunca hubo ni pan ni fruta. Conseguíamos el agua llenando las cantimploras de charcos que había en el terreno. No nos quedó otra opción que salir a robar de nuestros propios depósitos. El botín se escondía en cajas vacías de munición, engañando así a los oficiales. Además había grupos de cazadores de ovejas, es decir que se creó un primitivo comercio de trueque. Aún así, perdí 19 Kg.
Volví a casa pesando sólo 53 Kg., hasta el día de hoy sigo sin perdonar a los oficiales argentinos a cargo nuestro.
En donde estaba mi posición, es posible distinguir un cuadrado un poco mas hundido que fue donde estaba mi carpa. La carpa consistía de dos paños de lona que había que juntar para formar un improvisada carpa. Imaginarse esta endeble estructura en este vendaval es imposible. Varias veces se nos volaba todo en medio de la noche, dejándonos en medio de la lluvia llorando y rezando de desesperación.
Mi compañero de posición recuerda:»Al mojarse la ropa, no había forma de secarla, salvo ponérsela mojada y que se secara con el calor del cuerpo «.
Las lajas que tapizaban la carpa ya están tapadas con turba. Intacta a un costado estaba la pala, cantimploras, pedazos de lona. Uno al principio sólo ve las cosas más importantes, pero luego de un instante, es posible encontrar todo tipo de cosas, apenas escondidas por la turba. Encontré un tubo de dentífrico, un cepillo para lustrar borceguíes, bolsón porta-equipo, maquinitas de afeitar, esquirlas por todos lados . Los cráteres de bombas aquí y allá y son realmente impresionantes. Además, dentro de ellos no crece el pasto, son negros y no sé por cuanto tiempo quedarán allí , como recordando a los que sobrevivimos cuán cerca estuvimos de la muerte.

Mi posición, mi trinchera

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A más o menos 3 metros se encuentra la posición de un sargento y dos amigos. Lo que antes era una pared de piedra alta, ahora con el paso del tiempo está igual, pero sólo de 80 cm. Encontramos allí una birome derretida ,y crema para afeitarse. No quise escarbar mucho, pues sentí respeto por el lugar y quise dejarlo intacto para el día que vengan mis compañeros.

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Mas adelante estaban los restos de una pava retorcida, un plato con la leyenda «EA»-Ejército Argentino-
La base de una ametralladora está rodeada de cráteres mortales. Todo hace suponer que si alguien estaba en el lugar, no pudo haber sobrevivido.

Encontramos los dos cañones 105 mm. Es impresionante. Uno de ellos fue llevado 6 colimbas y yo, desde el Moddy Brook a 4 km cuesta arriba, a mano. Demoramos 4 días en lograrlo. Ahora yacen como el esqueleto de un dinosaurio de otra época. Todo esto parece un museo al aire libre. Es increíble lo intacto que está todo.

A los pocos días, James invitó a su padre. Ahí nos enteramos que Terry es toda una institución en Stanley. Durante la Invasión Argentina, partió en moto a las montañas. Estuvo viviendo sólo 5 semanas a la intemperie, escondido, comiendo frutas secas y nueces. Luego se unió al 3 Parachute Regiment y los guió a Mount Longdon , donde combatieron contra el regimiento 7 de La Plata que era mi regimiento. Y ahora es donde empieza lo espectacular.
Subimos juntos . Teníamos algo en común, que sólo los veteranos entienden. Hablamos con sinceridad de todo lo que había pasado en esa horrible noche del 11 de junio de 1982.
La historia se completó, intercambiándonos hechos y relatos que uno no sabía del otro.
Terry me contó que tres días antes del combate de Longdon, los ingleses ya se encontraban

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muy cerca y vieron cuando un grupo de 6 hombres se dirigía a una estancia pasando el río Murrell. Un oficial sugirió matarlos, pero el Jefe del Regimiento los detuvo, pues esto alertaría a los argentinos, y le restaría sorpresa al ataque del día siguiente. Entre esos 6 hombres estaba yo, que iba como intérprete.

En la noche del 11 de junio, la compañía B del Regimiento 7 de La Plata fue la que despertó cuando un inglés pisó una mina, dándoles algo de tiempo para prepararse. Ellos se encontraban en la cima del Monte Longdon. Ese combate fue el mas duro y sangriento, pues se desató una lucha campal de 150 contra 150 hombres. Imaginarse ésta batalla hiela la sangre. Los ingleses subieron por una cuesta muy empinada hacia las posiciones argentinas. El error inglés hizo que sufrieran muchas bajas, y todavía hoy se enseñan tácticas analizando este caso. Desde mi posición podían escucharse los gritos en castellano e inglés, las balas trazantes, todo. En medio de la confusión, la compañía C del Reg 7 de La Plata donde yo estaba, lanzan dos bengalas iluminando las montañas. El subteniente Castañeda organiza un apoyo para la compañía»B» que estaba siendo atacada

Este apoyo de Castañeda es considerado por los ingleses una de las acciones más heroicas de todos los combates terrestres en Malvinas, es mas, dijo el brigadier Julian Thompson: » – Estuve a punto de retirar a mis paracaidistas de Longdon , no podíamos creer que estos adolescentes, disfrazados de soldados nos estaban causando tantas bajas».
Esa noche la compañía»B» no estaba usando los radares porque el generador provocaba el inmediato bombardeo británico.
Yo estaba ahí al lado cuando organizan el grupo, pero como pertenecía a la sección apoyo del mortero no me eligieron. Vi partir a 46 hombres, directo a Longdon de los cuales sólo regresaron 25. Iban a meterse en medio de la noche, rumbo a una batalla campal. El heroísmo de estos chicos fue increíble. Nosotros rezábamos el Padrenuestro y no me paraba de temblar el cuerpo. A la mañana siguiente, dos de esos 25 sobrevivientes estaban contándonos detalles de lo que había pasado, cuando nos cayó un mortero a dos metros de nuestra trinchera, matando en el acto a uno de ellos, hiriéndolo a otro e incrustándosele varias esquirlas en intestino y cadera a Roberto, mi compañero»

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«Al comenzar la artillería contra nuestra posición, nos refugiamos en un pozo contruido por un conscripto que era estudiante de ingeniería. Eran 2 metros para abajo y dos metros para atrás. Durante el tiempo que duro la tensa espera hubo que mantenerlo sacando el agua cuando se inundaba. Pero la recompensa fue grande. Este pozo me salvó la vida »

En medio de la noche , los colimbas venían a preguntarme como se decía «me rindo » y partían a sus pozos repitiendo «I surrendo, I surrendo «.
«Algunos intentaban confeccionar banderas blancas, pero a ésa altura no nos quedaba nada de ese color, pues toda la ropa estaba mugrienta, negra del hollín de cocinar con combustible para helicópteros »
Conociendo a otro veterano , Terry Peck

Conocer a otro veterano de guerra, y en especial a Terry que había estado del otro bando fue muy especial. Los dos habíamos pasado por la misma experiencia de esta guerra. Subimos a Longdon en dos camionetas 4×4. Terry escuchó casi sin decir palabras mis relatos de como habíamos vivido los 60 días en los pozos.
A Terry al principio lo designan para guiar al regimiento a Stanley, pero como es muy hábil con las armas, al final le dan armamento y es uno de los que combate en Longdon esa noche del 11 de junio. Saber como fueron las cosas del lado inglés fue interesantísimo. Ellos tienen a la batalla de Longdon muy presente pues en ella han muerto 29 británicos. En la cima del monte hay una cruz, y una placa con los nombres. No sé cuantos argentinos exactamente murieron, pero sabemos que fue una de las mas sangrientas batallas.
Es tal el viento en la cima que uno no puede estar mucho tiempo allí parado. Hay coronas de poppies dejadas en honor a estos muertos, una de ellas del Príncipe Carlos el cual fue guiado por Terry.

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Después bajamos un poco hasta un lugar un poco mas reparado. Allí comimos y tomamosbrandy de la petaca de Terry, con la insignia del 3 Para .Y fueron develándose las incógnitas que cada uno tenía del otro. Se corría el rumor que en esta batalla había «gurkas» y que degollaban para causar el factor «terror». Según Terry en el 3 Para no hubo gurkas pero es muy posible que haya habido mutilamientos por la artillería, que quizás se han confundido con esto.

 

Aunque se deslizaban algunas bromas, se podía sentir el clima de muerte en el lugar. Terry sube todos los 11 de junio, pues ha hecho la promesa y la cumple no importa el clima que haga.
La vida nos dio la posibilidad ahora de encontrarnos y ser amigos y no la desperdiciamos. Cuando al cabo de dos semanas, Terry vino a saludarnos nos estrechamos en un abrazo.
Uno piensa en lo absurdo de toda guerra. Parece mentira en los tiempos que vivimos que a alguien se le ocurra usar la fuerza para cambiar la forma de vida de otras personas. Es increíble que los sentimientos nacionalistas que motivaron esta gesta, hayan recaído con todas sus fuerzas sobre las espaldas de jóvenes conscriptos .Fue prácticamente como sacar a gente de la calle a pelear contra un ejército profesional.
Dimos gracias a Dios porque no había sido la hora de ninguno de nosotros .
Este viaje ha sido como una caricia para el alma. Permanecer 15 días en la casa de los Peck, integrarnos a su forma de vida, ha sido fundamental. Los fantasmas de la guerra han desaparecido para siempre. Han sido reemplazados por una excelente amistad. No encuentro palabras de agradecimiento para James Peck y toda su familia y amigos que nos abrieron sus casas y sus corazones.

Miguel Savage
savagemiguel@gmail.com

 

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