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HISTORIAS DE SUPERACIÓN PERSONAL
CUANDO EL ARTE HERMANA Y CURA
por Marcela Carletta
James Peck representa la cuarta generación de malvinenses en su familia. En sus obras plasma la soledad del terruño pero también la angustia de los seres humanos. Al pintar sobre la guerra liberó sus propios fantasmas.
Como todo artista, James Peck prefiere expresarse con sus obras. Se confiesa retraído y asocia esa condición con la características de su tierra, las Islas Malvinas. Desde hace cuatro generaciones, los Peck habitan las Malvinas para nosotros. Fackland para los británicos y simplemente «las islas» para James. En los años de la absurda contienda,
James vivía su plena adolescencia. Tenía 13 años y si bien se inclinaba por el dibujo, no soñaba con que esa manera de expresar sus sentimientos sería su forma de vida futura.
Como tantos, no hizo caso a los rumores de invasión. Hasta que se desató la locura.
Siempre se habla del sufrimiento argentino, del dolor británico pero nada se dice de la angustia y la impotencia kelper así como las secuelas con las que se vieron obligados a convivir.
Las imágenes del dolor de los soldados argentinos se depositaron bruscamente en el interior de Peck que se formó artísticamente en Londres, primero en Chelsea School y luego en Falmouth. La vida en la metrópoli inglesa no lo cautivó y regresó a «las islas» para intentar vivir de su arte.
Soledad, desolación, sufrimiento son sensaciones directas que reflejan los cuadros del artista nacido en Puerto Stanley en 1968.
«En mis primeras pinturas reflejaba el dolor de la guerra, pero no pintaba la victoria británica sino el dolor de los soldados argentinos. Me sentí muy identificado con ellos y quise transmitir ese mensaje de soledad y sufrimiento, usar esas imágenes para el mensaje que nunca antes había sido pintado» , describe Peck.Curar heridas a pinceladas
James -que bajo un buzo gris luce orgulloso una camiseta de Boca Juniors, su club en Argentina, al igual que el de Joshua, su hijo de 9 años- cuenta que ya no pinta tanto sobre la guerra. Fue una etapa clave en su vida artística e interior que le permitió curar heridas, romper el hielo y liberar los fantasmas que compartía con varios ex combatientes argentinos. James tenía varios de esos fantasmas que tal vez se les presentaban guiados por el característico viento de las islas. Su primera maestra de dibujo fue una de las víctimas civiles de la contienda del Atlántico Sur. Ella y dos personas más fallecieron al caer una bomba.
A pinceladas fue dejando ir una a una las imágenes tristes así como las de su comunidad en aquellos años, unas 1500 almas que imprevistamente vieron desfilar a 150.000 soldados.
La «explosión» de James se produjo en 1994, fue entonces cuando todos esos recuerdos comenzaron a salir.
«Siempre dije que no iba a pintar sobre la guerra, pero en el ’94 cambié de idea. Las imágenes tenían que salir. Las primeras eran muy fuertes y oscuras por ejemplo en ‘La última cocina de campo’, donde muestro el sufrimiento de un grupo de soldados argentinos con capuchas, es casi lúgubre…»
En las telas y con óleo, James unió sus recuerdos de infante -la desesperación de toparse con un cuerpo humano mutilado y la desolación de ver a soldados niños pidiendo o robando comida para sobrevivir- con los esqueletos de metal que dejó la guerra.
Años más tarde, el destino lo unió a Miguel Savage, un ex soldado del Regimiento 7º de La Plata (con el triste récord de ser el batallón con más bajas en la contienda), que sin saberlo enfrentó a los hombres guiados por el padre de James durante la guerra quien sirvió como baqueano en los días de furia. Savage y los Peck se reencontaron en enero de este año, cuando Miguel viajó a Malvinas junto a su esposa y sus dos hijos. A Peck y Savage, hoy radicado en Venado Tuerto, los une una amistad que rompe las barreras ideológicas y es una relación «muy honesta y abierta» . Ambos saben la difícil tarea de liberar fantasmas.«Comencé a pintar retratando las secuelas de la guerra, pero encaro el tema del sufrimiento y la desolación desde una perspectiva que trasciende toda anécdota, toda circunstancia temporal. Pinto desde mi interioridad, las imágenes no son directamente relacionadas con la guerra. Son diría metáforas de mi propia tristeza, aunque la gente toma mis pinturas de manera literal, entiendo que mi trabajo es autobiográfico. Ahora en estos últimos años, la temática bélica está desapareciendo y me dedico más a los paisajes» , cuenta mientras juega incansablemente con un cordón negro atado a su muñeca izquierda.
Los campos de la esperanza
«Ahora mis pinturas no son tan fuertes, hay más luz, hay muchos campos» , cuenta James.
«Me interesa la sensación de soledad y tranquilidad del campo. Son pinturas despojadas» , explica.
Si bien la soledad está siempre en sus mensajes, en los últimos tiempos está teñida de esperanza y seducción, es que brinda la «sensación increíble de soledad en el campo durante el atardecer, cuando el sol está bajando y la tierra apretar tu corazón y tu cabeza» .Como artista Peck dice que está en permanente cambio. «En realidad mi vida es cambio y eso me hace sentir vivo» , señala. Unido sentimentalmente con una artista plástica argentina, María Abriani, James reparte su tiempo entre Buenos Aires y las islas. A su vez, María es la primera pintora que fue a inspirarse a las islas, donde además de creatividad encontró el amor de James. Mientras muchos argentinos deciden buscar fortuna -o al menos sobrevivir más dignamente- en el exterior, Peck apuesta por Argentina. Principalmente lo atrapó la cordialidad de la sociedad, ese afecto que se repite en «toda América Latina; en Europa son muy estructurados y ése es el mismo clima que se respira en las islas».
Ahora reside parte del año en Buenos Aires y durante la temporada de verano regresa a su tierra en búsqueda de inspiración. Por ahora, puede decir que dejó los trabajos temporarios (el último lo tuvo como chofer de ambulancias) para disfrutar del orgullo de vivir de su arte.
Durante el verano vive de la venta de sus lienzos a los turistas que llegan a las islas. Unas de las escenas más requeridas son aquellas que muestran el cementerio de barcos del siglo pasado que aún puede visitarse en Malvinas. Uno de los más bonitos es el Lady Elizabeth que está encallado cerca de la playa e incluso se puede acceder a los restos.
La idea de dejar las islas para buscar su destino en Argentina no fue fácil ni comprensible para muchos, como tantas veces sucede a los artistas. No obstante su familia apoyó su decisión. También superó la etapa de que sus cuadros fueran vistos como algo exótico. «En las islas tenían dudas si mis cuadros se vendían por mi calidad o porque era isleño y lo que ello representaba. Pero estoy convencido que es por mi calidad ya que tuve éxito en otros lados. Al principio sí es verdad que me sentía algo exótico pero ya se superó esa etapa» , indica James que recibió los premios Shackleton Scholarship Award y Commonwealth Exhibition Award en Londres y de la Fundación Bolsa de Comercio en Argentina.Más pero menos
Peck dice que la guerra favoreció a los kelper «materialmente» pero les robó la tranquilidad en la que vivían. «Todo cambió mucho, el nivel de vida subió y se siente más protección de Inglaterra, el estándar de vida se quintuplicó, pero antes éramos más felices. Ahora las islas son un auténtico pueblo inglés que crece con la TV. y los turistas que van a ver los pingüinos. Antes estábamos pobres pero más relajados…», explica.
El fin de la guerra, a la vez que aumentó la ayuda británica -dos pruebas elocuentes son el nuevo aeropuerto de Stanley y un gran centro educativo- implicó la llegada de nuevos residentes ingleses y precisamente son ellos, los que recién ahora viven en las islas quienes mantienen vivo el sentimiento antiargentino. Para los kelper, tal como lo grafica James, sigue latente las escenas del sufrimiento argentino.