Héroes DonWeb

Más de 500 personas aplaudieron de pie al ex combatiente de Malvinas Miguel Savage. Con el fin de recaudar libros para la Escuela Constancio Vigil de Rosario, la firma DonWeb organizó la conferencia en la que se recaudaron más de 800 libros.

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Miguel Savage es un ex combatiente de Malvinas. Después de haber vivido esa experiencia rescata el valor del diálogo, de la familia y de la patria. Hoy recorre el país hablando de las fortalezas humanas y de la necesidad de vivir en paz.

“Tendría que estar muerto”, dijo Miguel Savage al comenzar a relatar la tremenda experiencia que pasó en la guerra de Malvinas. “Eramos soldados no profesionales que fuimos enviados a un enfrentamiento que no debería haber ocurrido”, continuó. Estuvo 60 días viviendo en un pozo congelado, sin alimentación sólida y en medio de lluvia interminable de tiros. Perdió 20 kilos. “Tuvimos 3 enemigos: el clima, los ingleses y tristemente nuestros propios jefes”. Relató una historia muy poco conocida de Malvinas.

Corría el año 1982 cuando Miguel estaba haciendo el servicio militar en La Plata. Con 19 años y una sola práctica de tiro fue enviado a enfrentar a los ingleses en Malvinas.

En esa guerra absurda contra soldados altamente entrenados los argentinos padecieron indeciblemente. Miguel cuenta que el hambre fue uno de los peores sufrimientos. Durante 60 días se alimentó con caldos en un clima de temperaturas bajo cero. Como consecuencia, muchos perdieron la vida y algunos se pegaban tiros en los pies para que los evacuaran.

En estas circunstancias Miguel cuenta que aprendió cuestiones fundamentales que conserva hoy como un tesoro. “Sé que lo importante en la vida no son las cosas materiales sino los afectos y la familia”,

Las adversidades propias de la guerra despertaron la capacidad de sobrevivir. Miguel y sus compañeros cavaron un pozo profundo donde podían protegerse de los tiroteos y cada día tenían que mantenerlo lo más seco posible. Desde ahí recorrían 10 kilómetros hasta el pueblo para revolver los tachos de basura buscando algo de comida. Pero pronto descubrieron que este recorrido les insumía mucho gasto calórico, conseguíamos pocos alimentos y al regresar los sometían a tremendos castigos, como por ejemplo estaquearlos como a animales o someterlos a fusilamientos porque tal vez se habían robado un picadillo para calmar el hambre.

En medio del campo de batalla, sin fuerzas físicas y congelado de frío Miguel aprendió a ser humilde, a escuchar y a pedir ser escuchado y sobre todo a valorar la vida con mucha intensidad. “Descubrí que tenía fortalezas que no conocía” dijo.

Los últimos días de la guerra les ordenaron ir en una patrulla a una casita donde al parecer había una radio que estaba transmitiendo información. Llegaron hasta allí moribundos, mareados por el hambre, desnutridos y en medio de un frío polar que se cobraba la vida de estos jóvenes. Además, en el camino cuatro soldados pisaron una mina y murieron…

Miguel recordó: “Entramos a esa casa con pánico porque no sabíamos si había ingleses adentro. Estaba vacía y sentí un fuerte olor a hogar, algo que hacía mucho no me pasaba y me encontré un pulóver con un olor que me conectó directamente con mi hogar, con mi madre. Sentí que había un mensaje para mí: vas a estar bien, ya falta poco. Me llevé ese pulóver convencido de que algún día se lo devolvería a su dueña.

Cuando terminó la guerra, a los soldados los metieron en un buque inglés como prisioneros. Como Miguel sabía inglés hizo las veces de traductor y allí le sucedió un hecho increíble: trabó amistad con quienes días antes eran los enemigos.

“Fue prodigioso porque ellos empezaron a preguntarnos cómo había sido el otro lado, compartíamos gustos por la música, teníamos la misma edad y ahí aprendí que sería imposible enfrentar a un enemigo si le conociéramos la cara, si hubiéramos convivido con ellos. Habría menos guerras en el mundo si hubiera más diálogo”.

Pasaron 25 años hasta que Miguel pudo volver a Malvinas para cerrar heridas. Y uno de los lugares a donde quiso ir fue a aquella casa donde había encontrado ese pulóver y ese mensaje de aliento. “Encontré a Lisa, la hija del dueño del pulóver y ella me contó que su padre había muerto por el estrés de la guerra, lo mismo que le había sucedido a mi mamá y lloramos juntos”, confesó.

“Uno de los momentos más especiales de mi vida fue cuando volví y me reencontré con mi madre. Me zambullí en sus brazos temblorosos y viví el instante más feliz de mi vida. Ese hecho me acompaña en los momentos duros y en los buenos, es como una Virgen que está conmigo siempre” recordó.

Miguel como tantos otros volvió flaco, con la planta de los pies necrosada por el congelamiento y los dientes flojos. Entró en una euforia tal que lo empujaba a aprovechar al máximo cada instante. “Me ponía el despertador temprano, aunque no tuviera nada que hacer para disfrutar la vida, tenía el cuerpo destrozado pero contaba con una fortaleza y una alegría de vivir inmensa y todo me emocionaba: el olor a pasto recién cortado, el canto de los pájaros, los colores del televisor me parecían emocionantes. Hoy lucha por no perder esa claridad de las cosas importantes de la vida”, subrayó en su charla.

Miguel se casó y tiene dos hijos. Hoy no deja de remarcar lo importante que son ellos para él. Son su motor y su consuelo.

Actualmente Miguel vive en Venado Tuerto y luego de haber trabajado en el rubro siderúrgico hoy es funcionario de la Dirección de Cultura de la Municipalidad de Venado Tuerto y viaja por todo el país compartiendo una lección de vida.

Además escribió el libro “Malvinas, viaje al pasado” donde cuenta toda su historia, y está disponible en el sitio web www.viajemalvinas.com.ar desde donde se puede descargar en forma gratuita.

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