The Scotsman´s article 20th anniversary – April 2002

‘You never get over it, but I have a double problem. I was fighting against Brits, people who were as good as family’

By Sophie Arie

In their peaceful home in the depths of the Argentine pampas, Michael Savage and his family eat mint sauce with their lamb and then tuck into apple crumble for dessert. Their home is uncannily British, right down to the tea cosy. Only the barebacked horses roaming freely in the garden remind you this is Argentina.
Two shaggy-haired Highland cattle stare down from a painting above the mantelpiece. And on one wall there is a photo of Savage’s grandmother – whose British parents emigrated to Argentina when it was a land of hope and prosperity early last century – posing proudly in a kilt and beret.

But wait, there’s more!

Cuando el arte hermana y cura

Blog: http://www.innatia.com/s/c-superacion-personal/a-arte-hermana-cura.html

HISTORIAS DE SUPERACIÓN PERSONAL

CUANDO EL ARTE HERMANA Y CURA

por Marcela Carletta

James Peck representa la cuarta generación de malvinenses en su familia. En sus obras plasma la soledad del terruño pero también la angustia de los seres humanos. Al pintar sobre la guerra liberó sus propios fantasmas.

Como todo artista, James Peck prefiere expresarse con sus obras. Se confiesa retraído y asocia esa condición con la características de su tierra, las Islas Malvinas. Desde hace cuatro generaciones, los Peck habitan las Malvinas para nosotros. Fackland para los británicos y simplemente «las islas» para James. En los años de la absurda contienda,
James vivía su plena adolescencia. Tenía 13 años y si bien se inclinaba por el dibujo, no soñaba con que esa manera de expresar sus sentimientos sería su forma de vida futura.
Como tantos, no hizo caso a los rumores de invasión. Hasta que se desató la locura.
Siempre se habla del sufrimiento argentino, del dolor británico pero nada se dice de la angustia y la impotencia kelper así como las secuelas con las que se vieron obligados a convivir.
Las imágenes del dolor de los soldados argentinos se depositaron bruscamente en el interior de Peck que se formó artísticamente en Londres, primero en Chelsea School y luego en Falmouth. La vida en la metrópoli inglesa no lo cautivó y regresó a «las islas» para intentar vivir de su arte.
Soledad, desolación, sufrimiento son sensaciones directas que reflejan los cuadros del artista nacido en Puerto Stanley en 1968.
«En mis primeras pinturas reflejaba el dolor de la guerra, pero no pintaba la victoria británica sino el dolor de los soldados argentinos. Me sentí muy identificado con ellos y quise transmitir ese mensaje de soledad y sufrimiento, usar esas imágenes para el mensaje que nunca antes había sido pintado» , describe Peck.

Curar heridas a pinceladas

James -que bajo un buzo gris luce orgulloso una camiseta de Boca Juniors, su club en Argentina, al igual que el de Joshua, su hijo de 9 años- cuenta que ya no pinta tanto sobre la guerra. Fue una etapa clave en su vida artística e interior que le permitió curar heridas, romper el hielo y liberar los fantasmas que compartía con varios ex combatientes argentinos. James tenía varios de esos fantasmas que tal vez se les presentaban guiados por el característico viento de las islas. Su primera maestra de dibujo fue una de las víctimas civiles de la contienda del Atlántico Sur. Ella y dos personas más fallecieron al caer una bomba.

A pinceladas fue dejando ir una a una las imágenes tristes así como las de su comunidad en aquellos años, unas 1500 almas que imprevistamente vieron desfilar a 150.000 soldados.

La «explosión» de James se produjo en 1994, fue entonces cuando todos esos recuerdos comenzaron a salir.
«Siempre dije que no iba a pintar sobre la guerra, pero en el ’94 cambié de idea. Las imágenes tenían que salir. Las primeras eran muy fuertes y oscuras por ejemplo en ‘La última cocina de campo’, donde muestro el sufrimiento de un grupo de soldados argentinos con capuchas, es casi lúgubre…»
En las telas y con óleo, James unió sus recuerdos de infante -la desesperación de toparse con un cuerpo humano mutilado y la desolación de ver a soldados niños pidiendo o robando comida para sobrevivir- con los esqueletos de metal que dejó la guerra.
Años más tarde, el destino lo unió a Miguel Savage, un ex soldado del Regimiento 7º de La Plata (con el triste récord de ser el batallón con más bajas en la contienda), que sin saberlo enfrentó a los hombres guiados por el padre de James durante la guerra quien sirvió como baqueano en los días de furia. Savage y los Peck se reencontaron en enero de este año, cuando Miguel viajó a Malvinas junto a su esposa y sus dos hijos. A Peck y Savage, hoy radicado en Venado Tuerto, los une una amistad que rompe las barreras ideológicas y es una relación «muy honesta y abierta» . Ambos saben la difícil tarea de liberar fantasmas.

«Comencé a pintar retratando las secuelas de la guerra, pero encaro el tema del sufrimiento y la desolación desde una perspectiva que trasciende toda anécdota, toda circunstancia temporal. Pinto desde mi interioridad, las imágenes no son directamente relacionadas con la guerra. Son diría metáforas de mi propia tristeza, aunque la gente toma mis pinturas de manera literal, entiendo que mi trabajo es autobiográfico. Ahora en estos últimos años, la temática bélica está desapareciendo y me dedico más a los paisajes» , cuenta mientras juega incansablemente con un cordón negro atado a su muñeca izquierda.

Los campos de la esperanza
«Ahora mis pinturas no son tan fuertes, hay más luz, hay muchos campos» , cuenta James.
«Me interesa la sensación de soledad y tranquilidad del campo. Son pinturas despojadas» , explica.
Si bien la soledad está siempre en sus mensajes, en los últimos tiempos está teñida de esperanza y seducción, es que brinda la «sensación increíble de soledad en el campo durante el atardecer, cuando el sol está bajando y la tierra apretar tu corazón y tu cabeza» .

Como artista Peck dice que está en permanente cambio. «En realidad mi vida es cambio y eso me hace sentir vivo» , señala. Unido sentimentalmente con una artista plástica argentina, María Abriani, James reparte su tiempo entre Buenos Aires y las islas. A su vez, María es la primera pintora que fue a inspirarse a las islas, donde además de creatividad encontró el amor de James. Mientras muchos argentinos deciden buscar fortuna -o al menos sobrevivir más dignamente- en el exterior, Peck apuesta por Argentina. Principalmente lo atrapó la cordialidad de la sociedad, ese afecto que se repite en «toda América Latina; en Europa son muy estructurados y ése es el mismo clima que se respira en las islas».

Ahora reside parte del año en Buenos Aires y durante la temporada de verano regresa a su tierra en búsqueda de inspiración. Por ahora, puede decir que dejó los trabajos temporarios (el último lo tuvo como chofer de ambulancias) para disfrutar del orgullo de vivir de su arte.

Durante el verano vive de la venta de sus lienzos a los turistas que llegan a las islas. Unas de las escenas más requeridas son aquellas que muestran el cementerio de barcos del siglo pasado que aún puede visitarse en Malvinas. Uno de los más bonitos es el Lady Elizabeth que está encallado cerca de la playa e incluso se puede acceder a los restos.
La idea de dejar las islas para buscar su destino en Argentina no fue fácil ni comprensible para muchos, como tantas veces sucede a los artistas. No obstante su familia apoyó su decisión. También superó la etapa de que sus cuadros fueran vistos como algo exótico. «En las islas tenían dudas si mis cuadros se vendían por mi calidad o porque era isleño y lo que ello representaba. Pero estoy convencido que es por mi calidad ya que tuve éxito en otros lados. Al principio sí es verdad que me sentía algo exótico pero ya se superó esa etapa» , indica James que recibió los premios Shackleton Scholarship Award y Commonwealth Exhibition Award en Londres y de la Fundación Bolsa de Comercio en Argentina.

Más pero menos

Peck dice que la guerra favoreció a los kelper «materialmente» pero les robó la tranquilidad en la que vivían. «Todo cambió mucho, el nivel de vida subió y se siente más protección de Inglaterra, el estándar de vida se quintuplicó, pero antes éramos más felices. Ahora las islas son un auténtico pueblo inglés que crece con la TV. y los turistas que van a ver los pingüinos. Antes estábamos pobres pero más relajados…», explica.

El fin de la guerra, a la vez que aumentó la ayuda británica -dos pruebas elocuentes son el nuevo aeropuerto de Stanley y un gran centro educativo- implicó la llegada de nuevos residentes ingleses y precisamente son ellos, los que recién ahora viven en las islas quienes mantienen vivo el sentimiento antiargentino. Para los kelper, tal como lo grafica James, sigue latente las escenas del sufrimiento argentino.

El soldado que volvió a Malvinas

La Nación, 3 de febrero de 2000
(+Ver Artículo Original)

A 18 años del fin de la guerra, un ex combatiente regresó a las islas para ver las ruinas de su campamento

Cascos oxidados, ropa militar deshecha, camillas rotas, papeles manuscritos y armas viejas. Todo a cielo abierto y bajo la acción de los intensos vientos que caracterizan la vida en las islas. Ese es el panorama que ofrecen hoy los campos de batalla en Malvinas, a 18 años del fin la guerra.

Hace 19 días cuatro argentinos, uno de ellos un ex combatiente, llegaron hasta el área en la que se desarrollaron los enfrentamientos terrestres en 1982.

«Todo estaba tan igual que no podíamos creer que hubieran pasado ya casi dos décadas desde que terminó la guerra», contó Hugo Apesteguía, director del diario La Opinión, de Pergamino, que llegó por primera vez al archipiélago con un desafío: recorrer las islas de cabo a rabo en bicicleta.

Este grupo de aventureros pudo cumplir su sueño de conocer Malvinas gracias a que el 16 de octubre del año último se reanudaron los vuelos comerciales con las islas.

Para Apesteguía, como para sus compañeros de viaje, Pablo Molina, un profesor de educación física de 27 años, y Fernando Nus, de 35 y granjero, la travesía representó un reto deportivo. Para Miguel Savage, de 37, el desafío fue aún mayor. Este ex combatiente emprendió un viaje de regreso. A una tierra en la que vio morir a varios de sus compañeros y de la que salió -sin saber cómo- con vida.

El regreso del soldado Para Savage, el viaje fue otro. Carpas deshechas, refugios de piedra, cráteres de bombas, cañones todavía en pie. Según cuenta Apesteguía, el reencuentro de este ex soldado con lo que fue su campamento fue una experiencia conmovedora . Los hallazgos a cielo abierto, que para un explorador común podrían ser piezas de un museo de guerra, para Savage fueron fragmentos de una historia que, según dice, todavía esta en el sano proceso de cerrar.

El Monte Longdon , a 10 km de Puerto Argentino y la base militar del Regimiento 7 de Infantería de La Plata, al que perteneció, 18 años después de la guerra era tan sólo un montón de despojos.

«Lo más impactante para todos fue cuando Miguel encontró la pala con la que cavó la trinchera, en la que se escondió y salvó su vida el día en que los ingleses bombardearon su campamento», cuenta Apesteguía.

Después del ataque, vino el repliegue a Puerto Argentino. Tuvieron que huir dejando todas sus pertenencias y con la única misión de salvar sus vidas. Por eso, lo que las bombas no destruyeron, quedó allí, intacto por todo este tiempo. Nadie volvió a buscarlo.

Para Savage, la guerra fueron 60 días en los que soportaron temperaturas de hasta 25 bajo cero , pasaron desnutricion, perdida de 20 kilos y mas…y hasta tomaron agua de los charcos.

Tenía 19 años y estaba en el servicio militar cuando explotó el conflicto bélico en las islas Malvinas. Hoy tiene una medalla de ex combatiente y vive en Venado Tuerto, en la provincia de Santa Fe. Se casó, tuvo dos hijos y puso un comercio de venta de productos siderurgicos

Según cuenta, la historia que lo llevó a la guerra, cuando todavía era un adolescente, no tuvo un fin hasta que pudo regresar a las islas. «Ahora sí terminó la guerra para mí», confesó.

«Encontramos cosas que parecía absurdo que estuvieran ahí después de tanto tiempo. Un horno, una sartén, un libro, una cantimplora», cuenta Apesteguía.

La sorpresa del ex combatiente fue grande. Según dijo, allí estaba la cocina a la que los soldados bajaban a robar comida. «Pasábamos tanta hambre», recordó Savage.

Desde el 15 de enero último, hasta el 22, los viajeros recorrieron ese y otros campos de batalla, siempre a bordo de sus bicicletas. Caminos de ripio, que rara vez transitan los habitantes de las islas.

«Teníamos que andar con cuidado, porque ninguno domina el inglés y hay carteles que alertan sobre la existencia de campos minados, que jamás se desactivaron después de la guerra», relató Apesteguía.

Cuando pasaron frente a unas construcciones subterráneas de piedra, los viajeros le preguntaron si ésos eran sus refugios. «No -les contestó Savage-, eso para nosotros era casi como un hotel cinco estrellas. Nosotros (los soldados) nos refugiábamos en pozos hechos en la tierra. Ahí podíamos pasar días esperando no ser descubiertos y rogando que no nos mataran.»

Preguntas de un sobreviviente El ex soldado volvió a Malvinas para buscar la respuesta a tantas preguntas que la guerra dejó abiertas. «Por qué aquella guerra, por qué se lo considera un sobreviviente, por qué él, que era un chico de 19 años que hacía el servicio militar, hoy debe llevar la impronta de ex combatiente», cuenta Apesteguía.

«Por haber tenido la suerte de no caer en combate, chicos como Miguel hoy no son reconocidos como héroes. Muchos no consiguen trabajo, otros se suicidan. Ese fue el triste legado que dejó la guerra para ellos», agregó con su voz entrecortada.

Después del regreso a Malvinas, algunos cuestionamientos de Miguel Savage se cerraron. Otros, todavía, esperan por una respuesta.

Por ejemplo la irresponsabilidad, la ineptitud y en muchos casos la cobardia de quienes fueron sus superiores

«El servicio militar obligatorio se tendría que haber acabado después de Malvinas, y no después del caso Carrasco, porque allí quedó totalmente demostrado que un ejército en esas condiciones no puede enfrentar ninguna guerra», fue la conclusión que Savage sacó de este viaje plagado de duros recuerdos.

Evangelina Himitian